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¿Quien es Dios?

"Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra

y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios."

(La Biblia: Salmos capitulo 90, versículo 2)    

En el mundo hay muchas ideas y opiniones diferentes acerca de Dios. La imagen de Dios que tiene una persona depende mu-cho de cómo ha sido formada. Desde que nacemos estamos bajo la influencia de la crianza, los medios de comunicación y la escuela, que moldean nuestro pensamien-to.

Además, están las diferentes religiones que existen en el mundo, las cuales ofrecen multitud de diferentes “dioses” o descripciones de Dios. ​​Hay personas que creen en lo sobrenatural, pero para quie-nes Dios es solo una fuerza indefinible en el universo. Algunas religiones enseñan que Dios es parte de la naturaleza y de todo ser humano. Para otros, Dios es solo un nombre en un libro polvoriento....

Mucha gente tiene una actitud negativa hacia Dios. Las razones de esto son, por un lado, experiencias dolorosas que están asociadas con el sufrimiento y la desilu-sión, y que hacen que algunas personas duden del amor y la justicia de Dios. La iglesia, también, que con su pasado turbio que algunos asocian con Dios, ha sido una de las principales contribuyentes a la imagen equivocada que la gente tiene de Dios hoy (Ver: "Dios y la Iglesia").

Sin embargo, la mayoría de las personas rechazan a Dios porque no saben quién y como es Dios realmente.

    Dios habla:

"Así dice Jehová Rey de Israel,

y su Redentor, Jehová de los ejércitos:

Yo soy el primero, y yo soy el postrero,

y fuera de mí no hay Dios."

 

(La biblia: Isaías capitulo 44, versículo 6)    

La Biblia describe a Dios como el Creador de todas las cosas único, viviente, omni-potente, omnisciente e inmortal, que no tiene principio ni fin. Todo fue creado por Dios y todo existe a través de él, tanto lo visible como lo invisible, lo material y lo inmaterial. Es Él quien da vida y orden a todos y quien los mantiene. El universo y la naturaleza son obra de Dios. Las leyes físicas de la naturaleza también tienen su origen en Dios.

Los seres humanos somos criaturas de Dios, como lo son todos los animales, cada uno de los cuales Dios creó según su propia especie y, al igual que los humanos, con una diversa posibilidad de variación genética (Ver: "Dios y la Ciencia").

Si bien Dios existe independientemente de nosotros los humanos, nosotros los humnos no podemos existir independien-temente de Dios. Porque es el Espíritu de Dios o su aliento de vida lo que nos da vida y nos mantiene vivos.

    Dios habla:

"Yo soy el que soy."

 

(La Biblia: Éxodo capítulo 3, versículo 14)   

Dios se presenta en las Sagradas Escri-turas con el nombre de "J-a-h-w-e", que significa en hebreo >El ser eterno<. Más tarde, debido a la profunda reverencia de la gente por Dios, las cuatro letras YHWH se usaron para evitar pronunciar el santo nombre de Dios. Aún más tarde, el nombre de Dios fue reemplazado por el título "SEÑOR", que pretendía enfatizar la sobera-nía de Dios como Creador y Gobernante.

El nombre de Dios, que no ha cambiado desde tiempos inmemoriales, es una des-cripción de su ser. Por un lado, expresa que Dios siempre ha existido y existirá por toda la eternidad. Por otro lado, indica que Dios es siempre el mismo en la anti-güedad y también ahora, lo que significa que no hay cambio en Dios y que Dios es perfectamente fiel y confiable en todos los aspectos.

"Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador (…)."

(La Biblia: Romanos capítulo 1, versículo 25)   

Después de que el hombre se alejó de su creador y como consecuencia de ello perdió con el tiempo la conexión con el verdadero Dios, comenzó a hacer o fabri-car sus propios dioses, que se describen en las Sagradas Escrituras como "ídolos" y cuya adoración Dios cataloga como una abominación, esto es, como algo particu-larmente repulsivo.

A estos supuestos dioses se les atribuían diversas cualidades y habilidades, y por lo general se erigían estatuas, mientras que Dios ordenaba expresamente que no de-bían representarlo ni compararlo con ninguna criatura viviente. No era raro que la adoración de tales ídolos estu-viera asociada con abominables ritos religiosos que desagradaban profunda-mente a Dios. Esto incluía, por ejemplo, orgías sexuales, que se celebraban como los llamados "rituales de fertilidad", lo que a su vez llevó a muchas personas a alejarse del Dios verdadero y, en cambio, adorar a esos dioses falsos. Los sacrificios humanos también formaban parte de algunos servicios idolátricos.

Hoy en día hay una variedad de cosas que las personas adoran en lugar de su Crea-dor o ponen en el centro de sus vidas, por ejemplo, ellos mismos u otras personas (como gobernantes, ídolos o la pareja), otros seres (como animales o ángeles , hasta el diablo) o objetos o cosas inani-madas (como automóviles, dinero, clubes deportivos o ciencia). Por otra parte, el hombre ha olvidado casi por completo al verdadero Dios vivo a quien debe su vida. Solo en tiempos difíciles o en condiciones de vida difíciles, algunas personas co-mienzan a buscar a Dios, mientras que en los buenos tiempos muy pocos preguntan por él....

 

 

"BENDICE, alma mía á Jehová;

Y bendigan todas mis entrañas su santo nombre!"

 

(La Biblia: Salmos capítulo 103, versículo 1)   

En primer lugar, Dios se nos revela como un gobernante benévolo lleno de amor y compasión. Más aún: Dios es amor mismo, lo que significa básicamente que Dios tiene buenas y benévolas intenciones para con nosotros los humanos y que Dios encuen-tra gozo y placer en hacer el bien a sus criaturas y darles su amor. Además, Dios es un fiel amigo y compañero que está al lado en cada momento de su vida y nunca le falla a todo aquel que lo ama y confía en él (Ver: "10 Signos del Amor de Dios").

Además, Dios se revela como un padre cariñoso. Así como Jesús llamó cariñosa-mente a Dios "Abba" (arameo: Padre), también enseñó a las personas a ver e invocar a Dios como su Padre. Esto describe la pro-funda relación personal que Dios desea tener con nosotros los humanos. El amor paterno de Dios se expresa de manera especial en la "parábola del hijo pródigo", que se encuentra en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos 11-32.

 

   

 

"Dios es amor. El que permanece

en amor, permanece en Dios,

y Dios en él."

(La Biblia: 1. Juan capítulo 4, versículo 16)  

En primer lugar, Dios se nos revela como un gobernante benévolo lleno de amor y compasión. Más aún: Dios es amor mismo, lo que significa básicamente que Dios tiene buenas y benévolas intenciones para con nosotros los humanos y que Dios encuen-tra gozo y placer en hacer el bien a sus criaturas y darles su amor. Además, Dios es un fiel amigo y compañero que está al lado en cada momento de su vida y nunca le falla a todo aquel que lo ama y confía en él (Ver: "10 Signos del Amor de Dios").

Además, Dios se revela como un padre cariñoso. Así como Jesús llamó cariñosa-mente a Dios "Abba" (arameo: Padre), también enseñó a las personas a ver e invocar a Dios como su Padre. Esto describe la pro-funda relación personal que Dios desea tener con nosotros los humanos. El amor paterno de Dios se expresa de manera especial en la "parábola del hijo pródigo", que se encuentra en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos 11-32.

 

"Instrúyeme, Señor, en tu camino

para conducirme con fidelidad (...)."

(La Biblia: Salmos capítulo 86, versículo 11)   

El hecho de que Dios sea amor no significa que a Dios no le importe cómo vivimos. Así como un verdadero padre da a sus hijos, a quienes ama, reglas y límites útiles para permitirles crecer sanos y para protegerlos en las luchas y de los daños, así Dios ha establecido- porque Él sólo quiere lo mejor para todas las personas- ciertos mandamientos y normas dictadas en cuyo marco debe ser posible una con-vivencia segura y pacífica en esta tierra.​

Dios no creó a los seres humanos para vivir para nosotros mismos o separados de él, sino para su gloria y en unión con su voluntad. Al mismo tiempo, este es el re-quisito previo decisivo para que todas las personas estén bien y para que podamos vivir felices y en paz unos con otros y sin miedo ni preocupaciones en la tierra. En la Biblia, Dios nos dice cuál es Su voluntad.

Siendo Dios de quien depende nuestra misma existencia, sólo a ÉL corresponde determinar cómo debemos vivir en esta tierra, que, como nuestra vida, es un don de Dios. Además, debido a que Dios conoce a todos por dentro y por fuera, ÉL básic-amente sabe mejor lo que cada uno de nosotros necesita y lo que es realmente bueno para nosotros; incluso mejor que nosotros mismos.

Cualquiera que confíe en Dios y siga sus mandamientos puede experimentar por sí mismo cómo esto le brinda a él y a quienes le rodean bendiciones de Dios, el verda-dero gozo de la vida y, en última instan-cia, la vida eterna (Siehe: "Vivir en libertad y paz").

​​​​

 

"El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande

en amor."

 

(La Biblia: Salmos capítulo 103, versículo 8)    

Dios sigue dando testimonio como un juez justo que ama la verdad, la justicia y odia la injusticia y la mentira. Esto significa que Dios no tolera el mal ni mira eternamente cuando las personas pasan por encima de su voluntad. El hecho de que la mayoría de la gente desobedezca los mandamientos de Dios (ya sea volun-tariamente o por ignorancia) mientras siguen sus propios deseos y estándares de valores, elevándose así por encima de Dios, ha creado innumerables males en nuestro planeta desde la creación del mundo, bajo los cuales la humanidad sufre hasta el día de hoy y que está aumentando dramáti-camente, especialmente en nuestros días y época.... (Ver: "Dios y el Sufrimiento")

Por eso, Dios interviene una y otra vez en lo que está pasando en esta tierra para limitar el sufrimiento que las personas causan en el mundo y para ayudar a quienes le piden ayuda a Dios. Además, porque Dios es justo, ha señalado un día en el que hará responsable de sus obras a toda persona que desacata su voluntad y que no esté dispuesta a apartarse del mal (Ver: "¿Por qué la salvación?").

Al mismo tiempo, Dios es misericordioso y abundante en gracia. Esto significa que a Dios no le agrada juzgar a las personas por sus pecados. Es mucho más voluntad expresa de Dios que los humanos nos reconciliemos y vivamos con nuestro Creador. Si Dios castigara de inmediato cada mala acción que cometen los seres humanos, casi ninguno de nosotros esta-ría vivo. Porque el estándar de Dios para el bien y el mal es mucho más alto que el de nosotros los humanos....

Pero en lugar de condenarnos, Dios le ofrece a cada ser humano la oportunidad de volver a hacer las paces con Dios. Aquí vemos cuánto amor y paciencia muestra Dios hacia nosotros los humanos.

 

"Teman al Señor, ustedes sus

santos, pues nada les falta

a los que le temen."

(La Biblia: Salmos capítulo 34, versículo 9)   

Todos desean tener a alguien a quien aman, cuidan y con quien se sienten segu-ros y aceptados. Alguien en quien confíe implícitamente y en quien pueda confiar al 100% en todo momento. Alguien de quien saber con certeza que siempre tiene lo mejor en mente para nosotros. El único que puede cumplir esta pretensión y tam-bién satisfacer perfectamente el profundo anhelo interior en el corazón de todo ser humano es Dios.

Los humanos, por otro lado, solo podemos darle a otra persona lo que necesita de forma limitada. Por un lado, esto está relacionado con el hecho de que cada ser humano es necesitado en sí mismo y solo puede existir a largo plazo y respon-der a las necesidades de los demás si sus propias necesidades básicas están satisfe-chas. Además, las personas suelen tener intenciones egoístas o incluso engañosas. Además, la realidad es que las relaciones entre las personas son cambiantes y volátiles, ahora más que nunca....

Dios, en cambio, que no necesita nada, puesto que lo tiene todo en sí mismo, es capaz de suplir todas nuestras necesida-des. Por lo tanto, la conexión con Dios forma el fundamento de vida de todo ser humano.

Restaurar esta relación perdida entre nosotros los humanos y Dios, nuestro Creador y Padre, es la meta detrás del plan de salvación de Dios, que Dios llevó a cabo a través de Jesucristo.

 

 

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